Algunas palabras que no deben ser olvidadas

Posted by Algo aleatorio On martes, 17 de enero de 2012 0 comentarios

El discurso presentado a continuación fue pronunciado en la clausura del III Diplomado en Formación Política y Ciudadana organizado por el Instituto de Derechos Humanos de la UCA (IDHUCA) por uno de los autores de este blog, y me permito hacerlo público para exhortar a todos aquellos y aquéllas que declinan ante la indiferencia y las huestes de la represión:

Autoridades presentes, maestros, maestras, compañeros, compañeras y demás público que nos acompaña, el imperante deseo de transformar la realidad nos ha dirigido hasta esta mañana, en la cual iniciamos la promesa de llevar a cabo lo que hemos aprendido, y emprendemos la transformación de nuestras ideas en proyectos orientados a la dignificación de la vida.

La realidad de nuestro país se sumerge cada vez más en los niveles hostiles de la opresión y la miseria; la pobreza se ha constituido en una rutina incorporada a cada amanecer; la educación se desmorona en su viejo discurso, y el tiempo nos recuerda los mismos problemas que nos han acompañado desde el pasado, sin embargo, el deseo de alcanzar el ideal humano prevalece este día y, aunque al estar aquí reunidos conmemoramos la finalización de un recorrido por el contexto nacional, el compromiso adquirido con él no se limita a una simple proclamación de palabras alusivas a lo obtenido, ni se reduce a una teoría plasmada en unas cuantas páginas que pronto serán olvidadas, más bien, debemos actuar en función de solventar las problemáticas que consumen nuestro existir.

Diariamente, las personas se pierden en la incertidumbre de lo que vendrá y vacilan entre propuestas difusas alejadas del interés prioritario por mejorar; nos vencemos en el sentimiento deplorable del fracaso, mientras la acepción generalizada de una solución  se escapa entre palabras titubeando en el aire, y sufragados por el pesimismo, continuamos sin ver más allá del esquema que nos ha sido impuesto. Adaptamos nuestra condición a un simple designio fundamentado en malas decisiones, sin constatar el protagonismo que como sociedad civil nos compete y, sobre todo, olvidamos que en nosotros están los verdaderos procesos dinamizadores de una sociedad adolecida por los años.

Las grandes mayorías se aglutinan en los factores característicos de un país tercermundista, en ellos se reúnen las causas del pasado y se evoca un futuro augurado en el presente; resumimos nuestra existencia al producto de intenciones confinadas a una idea, pero ha llegado el momento de relegar esas intenciones y sustituirlas por la praxis genérica del cambio social; porque ya se han discutido las dificultades planteadas a El Salvador, y de sobra sabemos los retos por superar, es indispensable ejecutar el papel que nos ha sido negado y orientarlo a la difusión de esa misión que como salvadoreños tenemos con nuestro país. No podemos quedarnos con las reflexiones y diversas propuestas integradas a la realidad; nuestra obligación, como actores del porvenir, es utilizar las herramientas necesarias para alcanzar la igualdad e inclusión en el escenario nacional.

Quisiera concluir haciendo énfasis en el recorrido realizado por las múltiples jornadas sabatinas, que hoy se conforman en una fracción del conocimiento de la realidad que nos invade, e invitarlos a trabajar en equipo para lograr la edificación de una sociedad distinta a la que conocemos.

¡Compañeros y compañeras, formemos parte del compromiso social!

Sobre el significado de la vida

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En el transcurso paulatino de los días se desvanece la luz de cada amanecer y se nos van los anhelos que anticipan un nuevo despertar, el susurro de los árboles merodeando con el viento se abandona en el tenue reproche de la rutina, mientras las sonrisas que no esbozamos nos reclaman la tortura de vivir sin percatarnos del mundo que nos rodea, ¿Y qué es la vida? ¿Acaso es el latir de un corazón o simplemente es el aire que circunda nuestros pulmones para redimirlos en el ritual que iniciamos al nacer?

Fotografía tomada por Daniel Pino
Las miradas vacilan en la búsqueda de un horizonte difuminado en las ilusiones que nos esperan, nuestros pasos se dirigen por senderos inhóspitos que permanecen incautos en la soledad, ¿Hacia dónde vamos que nuestros ojos no precisan observar los minúsculos detalles escondidos en la indiferencia? ¿Por qué en nuestro reflejo no vemos la promesa del amor? ¿En qué se convierten las mañanas que anuncian majestuosas la llegada del sol? Los fragmentos de un recuerdo se concluyen en la opresión de no haber alcanzado un instante efímero que yace somnoliento en nuestra memoria, pero en el trayecto se nos presentan distintas oportunidades para llevar a cabo aquello por lo cual luchamos.

La vida es sólo si apreciamos los segundos que se gastan en el reloj, no podemos flagelar nuestra existencia a la zozobra de seguir sin saber por qué continuamos en el mismo lugar. La vida es la alegría de sabernos en este momento, de sentirnos en compañía de los seres que llenan de sentido el continuo devenir de los astros que perduran en la infinidad del cielo, la vida es creer, y al creer encendeos la esperanza que nos motiva a buscar el paso que nos hace falta para avanzar hacia aquello que queremos.

A Romero

Posted by Algo aleatorio On lunes, 9 de enero de 2012 0 comentarios

Tu mirada se esparce taciturna en la noche somnolienta,
Que arrastra sus pasos en silencio
Para nacer en el ocaso putrefacto del día
Y opacar la sentencia de unos ojos cegados por la opresión.

El tiempo avanza en medio de reproches,
Mas en ellos sólo yace el clamor de un pueblo adolecido
Que se quedó con tus palabras en las manos,
Fotografía tomada en la capilla de la UCA
Esperando el discurso de tu voz aguerrida
Y anhelando los despojos derruidos de la verdad.

¿Dónde están las balas impregnadas con tu nombre?
¿Dónde la amenaza del malévolo tirano
Que manchó de sangre la desdicha de mi gente
Para hacerla sucumbir sobre el poder?
El murmullo de una tarde se escapa con sigilo
Y en ella se consagra el epitafio del perdón
¡Porque a ti no te mataron el 24!
¡Porque tú resucitaste en El Salvador!

¡Tú te quedaste en el hambre del niño pobre
Que mendiga la infancia que la ciudad le robó!
¡Tú te quedaste en el llanto de la mujer preñada
Que asalta las calles en busca de un porvenir!
¡Tú te quedaste en los que se mueren!
¡En las víctimas de un amanecer entristecido
Que se pregunta si hemos olvidado vivir!
Tú te quedaste en la impunidad de un adiós
Que redime nuestros pasos
Y se derrama entre lágrimas lejanas
Que reclaman el momento de verte regresar.

La nimiedad de una voz se desvanece
(¡Son los gritos de mi pueblo asesinado!
¡Es la metralla de una patria que exige libertad!)
Y en la orfandad de los lamentos,
¡Romero proclama la injusticia de esta tierra
Donde ya no basta suplicar misericordia,
Ni esbozar la indignación de nuestra pena ante el opresor!

Vive, Romero,
En las manos del campesino que te implora,
En los pies del indigente que te busca,
En la ausencia de un anciano que te espera con nostalgia,
Vive, Romero,
Porque en ti hemos dejado nuestras luchas,
Porque el rencor no soportó verte nacer en nuestra fe,
¡Vive!
Porque contigo conquistamos un mañana,
Y contigo caminamos sin temor a padecer.



No es la despedida

Posted by Algo aleatorio On jueves, 5 de enero de 2012 1 comentarios

¿Cómo olvidar el amor que nos diste sin esperar nada a cambio? ¿Cómo olvidar la sonrisa que iluminó nuestras vidas cuando todo parecía oscurecer? ¿Cómo olvidar que nos diste un motivo para despertar cada mañana, aun cuando las lágrimas obstruían cualquier anhelo de felicidad? ¿Cómo podremos olvidarte, si has dejado un pedacito de ti en cada uno de nosotros? Ahora te vemos partir, y entre lutos y tristezas, te decimos “adiós” y esperamos con alegría el momento de volverte a ver.

Con nosotros se quedará la primera vez que preguntaste nuestro nombre, y en los recuerdos vivirán tus palabras, tu lucha y el valor que plasmaste en cada segundo. Te convertiste en nuestra bendición, y a pesar del dolor que nos embarga, agradecemos cada instante que conquistamos a tu lado; tú nos enseñaste a vivir, nos mostraste que la vida no es solo una rutina que se gasta sin que podamos notarlo, nos brindaste esa luz que permanece incandescente en el destierro más oscuro de la noche, y sobre todo, nos enseñaste el valor de la amistad y la ilusión que se esconde detrás de una sonrisa.

Tu mirada será la fortaleza que nos anime a caminar en medio de la adversidad; tus manos serán el camino que recorreremos para estar junto a ti; tus palabras serán el consejo que nos oriente y nos diga “no te des por vencido”… tú serás el consuelo que nos acompañe en todo lo que falta por andar.

Ésta no es la despedida, tú vivirás en cada lucha que emprendamos, en cada deseo que nos motive a descubrir qué nos depara el amanecer; tú vivirás porque fuiste ese ángel que vino un día a nuestras vidas, y se transformó en luz que ilumina nuestro camino. Íbamos agobiados en el desierto de la soledad, pero luego llegaste tú y nos mostraste que en la vida hay más que sólo dolor.

¡Hasta luego, amiga!

Palabras de vida

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Levántate con el despertar del sol de cada día, absorbe lentamente cada partícula de oxígeno que flota equidistante a las praderas de tu cuerpo.
Observa las nubes volar sobre tu pelo, perdiéndose en el pálido celeste que se extiende estrepitoso sobre la vida juguetona que ríe y ríe sin parar.
Respira el aroma de las flores, del pasto verde que crece sin descanso sobre la espesa tierra negra que exige compasión.
Sueña, porque de los sueños se forjan las utopías y con las utopías se construye la realidad.
Escucha el llamado de la naturaleza que te invita a colorearte de su agonizante tono verde, carcomido ya por el extenuante gris de la ciudad.
Encuentra el significado de la vida en la belleza de una hormiga que se arrastra en su timidez sobre el gastado sendero de su marcha.
Siente, porque al sentir te das cuenta de que la vida es real y que no es sólo un círculo vicioso que gira y gira sin tener un final.
Incorpora cada segundo que se le escapa al tiempo a tu rutinaria existencia, porque tal vez en ese segundo encuentres algo inusual que te haga escapar a lo que añoras.
Sé valiente, que cada escena de tu película sea una batalla que has de ganar, no por compromiso ni por mandato imperial, sino porque quieres lucharla hasta llegar al final.
Date cuenta de que el momento es breve, el instante impreciso y sólo tendrás una oportunidad.

¡A los que temen!

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En el lastre de la noche
Una lágrima se ha perdido en tu mirada,
Cual sombra esporádica derruida en el silencio
Humedece la efigie de la luna atrapada en tus pupilas
Y escapa por el rastro fúnebre del amanecer
Sin derramar su tristeza sobre el vacío de la soledad,
Sin proclamar la sentencia del olvido,
Ni eximir el flagelo de una vida amortajada en el deseo de morir,
¡Porque en el cielo he visto los vestigios del tiempo!
Y en tu piel se dibuja la llegada tardía del sol
Sin descubrir los años concluidos en tu boca,
Ni esbozar la sonrisa que ya no está.

El murmullo de las balas se confunde entre las voces
Mas en ellas sólo escucho el sonido de tu ausencia
Mientras la luz tenue de un “adiós” se desvanece,
Y la monótona agonía de existir se convierte en humanidad…

¿Adónde irán tus ojos?
Aquí sólo yace la miseria febril de tu partida,
En tu voz se esparce la escaza figura de la piedad,
Y a mí acude la canción que te llevaste…
¡Porque no les importó el sufrimiento de tus manos!
Ni el clamor incierto de tu llanto
Cuando añorabas la palabra “libertad”.

Hoy vacilo en el anhelo de tus labios
Y adivino tus pasos meditando el horizonte
Disfrazados por la sangre del camino que recorres,
Redimidos en la trémula ilusión de regresar…

Déjame ser el recuerdo que se oculta en los andamios de tu cuerpo
Y blasfema con recelo el temor a la verdad,
Déjame ser la guerra que se opaca en tu despedida
Y espera taciturna en los desvelos de la ciudad,
Déjame ser la historia que se escribe en la pobreza
Y nace en la falacia del malévolo opresor
Para callar un poco el estruendo de la angustia
Y buscarte en el consuelo de un salobre despertar
¡Mira que contigo se van mis utopías!
Y en tu derrota se queda el dolor de los que han olvidado continuar.

Los lamentos de la lluvia se reúnen en mis lágrimas,
Junto a ellos te suplican un destino que abandonas
Y condenan el desmayo de la batalla que no lucharás;
La tierra se ha impregnado del miedo que tus huellas disimulan,
Pero descuida,
Que tus pies bien conocen los fragmentos del pasado
Y apresuran el sendero que te aleja de mi orfandad,
No te detengas,
Desde la oscuridad te veré llorar sobre mi cuerpo inerte
Y a ti llegará mi débil voz preguntando
Si alguna vez añoraste los atardeceres junto al mar,
Déjame,
Que mi pueblo no seguirá tu cobardía,
Y en el féretro cruel de tu destierro
Yo encontraré la lejanía de tus pasos
Para acompañarlos aunque no estés.


¡Qué triste, señor padre, qué triste! ¿Acaso sabe tanto? ¡Venga y dígame usted qué debo hacer con la ignorancia de este pueblo que se funde en la pobreza! ¡Vamos, vamos! ¿Qué es la vida sino una pérdida de ella misma cuando creemos ciegamente en el vástago réquiem de sus homilías? ¡Dígame!

Yo lo he visto alardear con beneplácito orgullo sobre los templos de Roma, las catedrales de Italia, el sumo Pontífice y el traje de los acólitos en navidad, yo he escuchado sus insultos en contra de la humildad del campesino y la miseria de aquella niña que gasta sus días en el parque esperando siquiera un trozo de pan… ¡Yo lo he visto denigrar a mi gente! ¡Yo lo he visto predicar sin sosiego las enseñanzas que pierden sentido en la falacia de su voz! ¡Contésteme! ¿Dónde están las palabras de aquél aguerrido de Nazaret? ¿Por qué pone el Reino de Dios en ese lugar donde sólo podemos contemplarlo con suntuosa agonía? ¿Cuándo dejará sus hábitos para ensuciarse las manos con las súplicas del pordiosero?

Con todo respeto le digo, señor cura, que el mendigo que clama compasión en las puertas de su parroquia no calma su hambre con el tenue resplandor del santuario que compró en Semana Santa, ni con el cáliz con adornos de oro e incrustaciones de plata… ¡Perdóneme usted! ¿No sabía?...  De igual forma le comento que todos –o al menos una gran mayoría- estamos al tanto de sus amoríos… ¿Se sonroja? ¿Acaba de recordar sus votos? ¿Desea cambiar de tema? ¡Como usted lo desee! ¿Entonces ya notó la orfandad que corroe a su feligresía? ¿Ya se dio cuenta de la tácita esperanza que carcome el devenir de estos días donde sólo permanecen los deseos de morir o despertar a un salobre amanecer? ¿Ya se percató del fraude de su misión?

Yo no digo que usted sea malo… ¡Lo es!... Y no tengo derecho a juzgarlo… ¡Pero lo hago! ¡Lo hago porque sé que sus grandes proezas no son más que la ironía del discurso con que quiere adormecernos! Lo hago, señor párroco -¡Célebre representante de Jesucristo resucitado!- , porque temo que algún día lo tomen en serio… ¡Deje ya sus alabanzas  y adulaciones! ¡No flagele más la nostalgia de esta tierra que se hace llamar patria! ¡Venga! ¡Acompáñeme! Abandone las utopías y edifique de una buena vez lo que hoy tanto se anhela…